El amor como don.
Dios ha creado al
hombre por amor y lo ha llamado para amar en los diversos momentos de la vida
familiar y social, donde la primera experiencia de amor que recibe es en el
hogar y, que a lo largo de toda su existencia estará comunicando su vocación al
amor.
La vocación al amor
sitúa en el tiempo y en el espacio a cada persona, y es por medio de una
biografía donde se narra la historia de su vida, transmitiendo su ser único e
irrepetible y, recibiendo el amor como un don que le hace salir de sí, para
entrar en relación con los demás.
El amor ha de ser entendido como don de sí a los demás, no como una
emoción, la persona está llamada a amar para no perderse en los afectos y las
emociones; el amor es el don de sí, que ayuda a superar las fragilidades de la
familia.
El primer amor que experimenta el hombre es el de sus padres, quienes le
hacen descubrir la realidad en la que se encuentra, donde hay que tomar
decisiones de la cotidianidad que dan sentido a la existencia.
El amor nos hace entrar en relación con los demás, nos permite salir de
nosotros mismos para encontrarnos en relación con los otros y, poder transmitir
lo que hemos recibido de Dios como un don.
La vocación al amor es innata y fundamental en toda persona, que al
sentirse amada es capaz de responder de una manera generosa a su vocación que
es anterior a cualquier elección, y se manifiesta a través del cuerpo. Esta
vocación es dinámica, viva, ayuda a madurar a la persona, dándole la capacidad
de comprometerse en cosas que son para toda la vida, que marcan su razón de
ser.
La persona no puede vivir aislada, no puede permanecer indiferente ante
la realidad que le rodea, está llamada a involucrarse creando espacios de
fraternidad y de ayuda a los demás con un corazón creyente y desprendido. Es en
el entregarse generosamente a los demás donde la persona encuentra su plena
realización en la vida, creando una comunicación dinámica que sabe escuchar a
todos.
La persona cuando es amada reconoce que tiene una dignidad dada por Dios;
son los padres los que enseñan a sus hijos a reconocer y a responder de una
manera gozosa a la vocación al amor, donde cada uno de los miembros de la
familia encuentra su identidad personal y, se ayudan a ir construyendo la
propia historia de vida. La vocación al amor ya sea en el matrimonio o en la
virginidad, ha de ser vivida y transmitida como una misión recibida por el
mismo Cristo.
El hombre no puede vivir sin amor, constantemente necesita preguntarse
sobre las verdades de la vida, el sentido de su existencia. Toda persona ama
algo, aunque algunas veces ama mal y, este amor nos abre al misterio de Dios, a
estar íntimamente unidos a la verdad, como fuerza viva que dinamiza la vida del
hombre.
Rosales
William
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de junio de 2006
Santiago
el Mayor
Queridos
hermanos y hermanas:
Proseguimos
la serie de retratos de los Apóstoles elegidos directamente por Jesús durante
su vida terrena. Hemos hablado de san Pedro y de su hermano Andrés. Hoy
hablamos del apóstol Santiago.
Las listas
bíblicas de los Doce mencionan dos personas con este nombre:
Santiago, el hijo de Zebedeo, y Santiago, el hijo de Alfeo (cf. Mc 3,
17-18; Mt 10, 2-3), que por lo general se distinguen con los apelativos
de Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Ciertamente, estas designaciones no
pretenden medir su santidad, sino sólo constatar la diversa importancia que
reciben en los escritos del Nuevo Testamento y, en particular, en el marco de
la vida terrena de Jesús. Hoy dedicamos nuestra atención al primero de estos
dos personajes homónimos.
El nombre
Santiago es la traducción de Iákobos, trasliteración griega del nombre del célebre patriarca Jacob. El
apóstol así llamado es hermano de Juan, y en las listas a las que nos hemos
referido ocupa el segundo lugar inmediatamente después de Pedro, como en el
evangelio según san Marcos (cf. Mc 3, 17), o el tercer lugar después
de Pedro y Andrés en los evangelios según san Mateo (cf.Mt 10, 2) y san Lucas
(cf. Lc 6, 14), mientras que en los Hechos de los Apóstoles es
mencionado después de Pedro y Juan (cf. Hch1, 13). Este Santiago, juntamente con Pedro y Juan, pertenece
al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a
los momentos importantes de su vida.
Dado que
hace mucho calor, quisiera abreviar y mencionar ahora sólo dos de estas
ocasiones. Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y Juan, en el momento
de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la
Transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de situaciones muy diversas
entre sí: en un caso, Santiago, con los otros dos Apóstoles, experimenta la
gloria del Señor, lo ve conversando con Moisés y Elías, y ve cómo se trasluce
el esplendor divino en Jesús; en el otro, se encuentra ante el sufrimiento y la
humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se humilla haciéndose
obediente hasta la muerte.
Ciertamente,
la segunda experiencia constituyó para él una ocasión de maduración en la fe,
para corregir la interpretación unilateral, triunfalista, de la primera: tuvo
que vislumbrar que el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador,
en realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria, sino también de
sufrimientos y debilidad. La gloria de Cristo se realiza precisamente en la
cruz, participando en nuestros sufrimientos.
Esta
maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en
Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio
supremo, no se echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes
Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas, "por aquel
tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la
espada a Santiago, el hermano de Juan" (Hch 12, 1-2). La concisión de
la noticia, que no da ningún detalle narrativo, pone de manifiesto, por una
parte, que para los cristianos era normal dar testimonio del Señor con la
propia vida; y, por otra, que Santiago ocupaba una posición destacada en la
Iglesia de Jerusalén, entre otras causas por el papel que había desempeñado
durante la existencia terrena de Jesús.
Una
tradición sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla de
una estancia suya en España para evangelizar esa importante región del imperio
romano. En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido trasladado a
España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos
sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y sigue siendo
meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa sino también
de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de Santiago con
el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características del apóstol
itinerante y dedicado al anuncio de la "buena nueva", y
características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por
consiguiente, de Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para
acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la
"barca" de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo
por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la
disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta
el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el Mayor se nos presenta como
ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había
pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su
reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir
con los Apóstoles el martirio.
Y al final,
resumiendo todo, podemos decir que el camino no sólo exterior sino sobre todo
interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía,
simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones
del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II. Siguiendo
a Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que vamos
por el buen camino.
AGENDA PARROQUIAL – AVISOS
______________________________________________________________________
Liturgia
de las Horas
Domingo XVII del Tiempo Ordinario- C – I
Semana del Salterio
VERANO: Horario
Misas, Julio y Agosto
Sábados a las 20 h.
Domingos a las 9 h y a las 20 h.
Turnos, 2: de limpieza
parroquial
Calles: Canónigo Lorés, Subid Dr
Fleming
Responsables: Lolita Guaita y Lolita Soucase
INTENCIONES DE MISA
Del 25 al 31 de Julio de 2016
-Lunes, 25
19,30 h.
Santo. Rosario
20,00 h. Santa Misa: Suf.
Jaime Giménez, Teresa Ruiz y el niño Alejandro. Suf. Ricardo Guaita y Dolores
Puchades. Suf. Suf. Andrés Centelles y sus padres. Suf. Jaime Pico Villalba y
Maties Piles Palmero. Suf. Ana Añón Sancho y Anita Sancho Algarra. Suf. Rafael
Ballester y sus hijas Rosario y Amalia.
-Martes, 26
19,30 h.
Santo Rosario
20,00 h. Santa Misa: Suf. Ana Segura
Torres, Suf. Jaime López Iranzo y Ana González Soucase. Suf. Ana María González
y Manuel Pastor. Suf. Enrique Vicent y Anita Pastor. Suf. Ana Añón Sancho y tía
Anita.
-Miércoles, 27
19,30 h.
Santo. Rosario
20,00 h. Santa Misa
-Jueves, 28
19,30 h.
Santo. Rosario
20,00 h. Sta. Misa y Exposición Stmo.
Suf. Juan Boluda e Isabel Sanambrosio. Suf. María Dolores
Ibáñez Villalba. Suf. María Teres Ibáñez Villalba. Suf. José Esteve, Milagros
Llopis y su hijo José.
-Viernes, 29
9,00 h. Santa Misa en la Ermita V.D.G.
-Sábado, 30
19,45 h. Sabatina
20,00 h. Santa Misa
Vespertina: Domingo XVIII del T.O.
Suf. Laura Filiberto Moreno y sus padres. Suf. Rosario
Ibáñez Llopis y Benjamín Picó Almonacil. Suf. Vicente López Lozano. Suf. José
Tarín y Vicenta Baixauli. Suf. Francisco Nogueroles Añón y sus padres Jaime y
María. Suf. Amparo Roig y difuntos de la familia. Suf. Ismael Corell, Dolores
Algarra e hijos Ismael, Francisco y María Dolores. Suf. José Escoto y Teresa
Algarra. Suf. Isabel Corell Tarín y familia. Suf. Carmen Collado Palmero y
difuntos de la familia. En acción de
gracias por los 50 años de matrimonio de Rafael González y Pilar Ruiz Quiles
-Domingo, 31:
Domingo, XVIII del Tiempo Ordinario.
9,00 h. Santa Misa: Suf.
Juan Ernesto Moreno y su padre Juan Moreno. Suf. Isabel Carrión Carrión y
familia. Suf. Carmen Lozano Palmero y Marina Cotolí Almonacil.
20,00
h. Santa Misa –Pro-populo-
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